La resiliencia es la capacidad que tenemos todos (unos más y otros menos) de sobreponernos ante la adversidad: una enfermedad, la pérdida de un trabajo, la muerte de un ser querido o cualquier situación que resulte difícil de afrontar.
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Pero ser resiliente no significa no sentir dolor, malestar o no encontrar dificultades ante las adversidades; la resiliencia parte de un punto de vista realista, de la confianza de que el golpe recibido no nos desestabilizará si le hacemos frente, lo asumimos y lo utilizamos para mejorar nuestra vida.
No es una cualidad nueva. La resiliencia ha existido siempre, nuestros abuelos o bisabuelos que probablemente vivieron guerras u otras adversidades, tuvieron que ser muy resilientes para superar aquellas situaciones.
Los bajones en el estado de ánimo
La psicóloga Patricia Ramírez, autora del libro Entrena Optimismo. Dinámicas para fortalecer las emociones, Editorial Grijalbo, afirma que la persona resiliente es aquella que es capaz de reinventarse y salir airosa e incluso más fuerte ante la dificultad porque:
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Es optimista y, aunque le sucedan cosas negativas, tiende a valorar lo bueno que la rodea.
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Está convencida de que la situación negativa va a ser temporal.
Es muy luchadora. Busca y encuentra soluciones por ella misma o con ayuda de los demás.
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Pone en práctica estrategias innovadoras sorprendentes.
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Acepta que la vida tiene altibajos, que no todo es fácil ni justo. Se enfrenta a las cosas, no huye de ellas.
Cree en sus capacidades, confía en sí misma.
No se hace la víctima ni tiende a compadecerse. En lugar de eso, enfoca sus energías en buscar soluciones.
Se centra en el aquí y en el ahora.
Tiene esperanza en el futuro.
Interpreta el entorno de una forma que la favorece y sabe ver oportunidades.
Tiene una postura activa en la vida.
Refuerza sus vínculos personales y de grupo, quienes la apoyan y ayudan a ser resiliente. Cultivar la resiliencia. ayuda a vivir mejor y a estar más sanos porque crea un estado emocional positivo que provoca un efecto en cadena, tanto a nivel físico como mental.
Beneficios de ser resiliente:
Mejor salud: Se sabe que las emociones positivas mejoran nuestro sistema inmunológico. Esto hace que estemos más protegidos frente a la enfermedad o que las superemos con mayor facilidad si ya sufrimos algún problema de salud.
Las emociones positivas nos dan vida, nos hacen sentir bien y nos empujan a salir delante. Además, al confiar en nuestros recursos, ante el mínimo contratiempo buscamos (y encontramos) soluciones creativas, lo cual resulta muy útil en todos los ámbitos, y en especial en el laboral.
Menos enojos: la tendencia a mirar hacia delante, no hacia atrás, y a buscar siempre una salida u otra a los problemas hace perder menos tiempo en enojos. Enfadarse no es constructivo, no reporta nada bueno para nadie (hijos, pareja, compañeros de trabajo, amigos...). Enojarse nunca es la solución.
La persona resiliente es la antítesis de la persona tóxica. No complica la vida a los demás. Es más, los ayuda a salir hacia delante y es siempre un buen apoyo.
También desprende positividad, atrae a la gente y como no tiende a enojarse o a guardar rencor es más fácil que conserve sus amistades. También pide ayuda cuando lo necesita, no se bloquea ni se encierra en sí misma, y eso la ayuda a conocer a gente y a tejer una buena red de amistades, un apoyo ,muy valioso.
El ejemplo de Robison Crusoe:
Hay autores que dicen que esta virtud tiene mucho que ver con la famosa novela Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. Tras naufragar, el protagonista empieza a manejarse con restos que han quedado en el barco y construye su propio sustento: comida, cobijo y abrigo.
Aprende a ver el lado bueno de las situaciones. A valorar más lo que puede disfrutar que lo que le hace falta. Y esta actitud le proporciona bienestar. Crusoe agradece todo lo que tiene, es y ha conseguido. Pone en práctica sus recursos y sale restablecido. La resiliencia, además de ser una aventura de exploración externa, es un viaje que enriquece nuestro autoconocimiento.
7 pilares:
Los siete pilares para construir la resiliencia son:
1. Introspección: preguntarse y responderse a uno mismo de forma honesta y a la vez libre de prejuicios, cómo salir adelante ante una situación crítica.
2. Independencia: saber trazar los límites entre uno mismo y el medio que conlleva el problema; mantener la distancia y no ir más allá, ni en lo emocional ni en el físico.
3. Saber relacionarse: establecer vínculos afectivos con los demás y equilibrar nuestra propia necesidad de afecto.
4. Iniciativa: aceptar solo desafíos razonables y ponerse a prueba en tareas más complejas pero posibles de asumir. Intentar lo imposible y fracasar no nos hará resilientes.
5. Humor: aceptar reírse de uno mismo, encontrando la parte cómica dentro de la propia tragedia.
6. Creatividad: la capacidad de crear y organizar, asumiendo el desorden cuando es evidente.
7. Autoestima sólida: jamás debemos descuidar nuestra autoestima. Y mucho menos aún durante la infancia y en la adolescencia. También, defender y alentar la autoestima alta en los demás.
at Redacción Mía
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