Podemos plantarlas en jardines, pero también en macetas para colocarlas en exterior o dentro de la casa. En este último caso, necesitarán mayor atención que si las cultiváramos en tierra.
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Se trata de una especie que se multiplica por semillas y requiere de unos 70 días para germinar. Tolera relativamente el frío cuando es adulta, salvo durante sus primeros años, y necesita un riego moderado y una exposición soledad o media sombra.
Basicamente, para el cultivo en interior es indispensable un buen equilibrio de iluminación, humedad, riego y abono.
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Iluminación: si no es buena, no crecerán y las hojas perderán brillo. Lo mejor es acercarlas a una ventana, aunque habrá que rotarlas periódicamente debido a que se inclinan hacia la luz y pieren la verticalidad del tronco.
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Humedad: suele ser baja dentro de una casa, lo que no es ideal para las palmeras. Los síntomas de sequedad son la tendencia a marchitarse, perder brillo y puntas secas. Lo mejor es pulverizar con agua o colocar un ladrillo o pequeña maceta invertida dentro de un recipiente bajo y ancho lleno de agua y encima la maceta con la palmera, sin que esté en contacto con el agua. Así, al evaporarse, proporcionará humedad.
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Riego: se recomienda una o dos veces por semana en verano y 10 días, en invierno. Hay que asegurarse de que drene perfectamente y que no quede acumulada en el fondo el agua excedente.
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Abono: las palmeras de interior crecen poco, por lo que se recomienda ayudarlas con abono. Para eso se deben usar preferentemente fertilizantes de lenta liberación, en lugar de otros líquidos. Los primeros van solamente los minerales poco a poco, a lo largo de tres meses (una aplicación en primavera y otra en otoño), mientras que los líquidos son de efecto rápido.
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Hasta los 3 años de crecimiento se recomienda que la maceta sea de plástico y que tenga una gran cantidad de orificios para su respiración.
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