La artritis es una enfermedad en la que se inflama la membrana sinovial de las articulaciones, limitando el movimiento. Como produce más líquido del habitual, puede llegar a darse una erosión del hueso en los casos más graves o cuando se vuelve crónica, como sucede en la artrosis.
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Existen distintos tipos de artritis, entre ellas:
Artritis reumatoide: es la más frecuente y su origen es autoinmune.
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Osteoartritis: se debe al envejecimiento o a lesiones que han afectado el estado de las articulaciones afectadas.
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Artritis infecciosa o séptica: la originan virus, bacterias, hongos o parásitos.
Sus señales:
El principal síntoma de la artritis es el dolor articular, que no remite y se prolonga en el tiempo. Pero si se produce además alguna de estas otras molestias es imprescindible consultar al reumatólogo:
Rigidez, sobre todo por la mañana y en momentos de reposo. Puede estar acompañada de hinchazón, dolor, calor o enrojecimiento.
Hinchazón en los dedos. La artritis reumatoide suele manifestarse antes en las articulaciones más pequeñas, siendo muy llamativa en las manos.
Molestias indeterminadas. El cansancio, la fiebre injustificada, la sequedad en boca y garganta y la sensación de hormigueo en las extremidades pueden ser síntomas.
Tratamientos:
Aunque la artritis reumatoide sea una enfermedad crónica, hay diversos tratamientos para aliviar los síntomas.
Los antirreumáticos frenan la enfermedad, reduciendo y ralentizando el daño articular. En caso de que no haya mejora, se puede acudir a la terapia biológica, que bloquea las sustancias que generan la inflamación.
Pueden utilizarse férulas de descanso que corrigen la postura y evitan las deformidades.
Los antiinflamatorios no esteroideos o los analgésicos se usan para reducir el dolor y la inflamación.
En caso necesario, pueden realizarse infiltraciones, inyecciones de corticoides, procurando evitar abusos, ya que pueden producirse efectos secundarios.
También puede utilizarse ácido hialurónico.
Otras terapias complementarias, como la estimulación eléctrica, intervienen sobre el dolor y la rigidez. Solo los casos más graves requieren cirugía.
Prevención:
Determinados alimentos mitigan el impacto de la artritis reumatoide en las articulaciones: el pescado azul, que aporta omega 3, o los aceites de semillas vegetales, ricos en Omega 6, ayudan a disminuir la inflamación.
También es fundamental reforzar los huesos con una dieta rica en calcio, presente en los lácteos, y colágeno, que podemos obtener de postres de gelatina entre otros alimentos. También hay conductas que ayudan a evitar el daño en nuestras articulaciones.
Entre ellas:
Evitar los movimientos repetitivos.
Vigilar nuestro peso corporal.
Realizar ejercicio de forma regular.
at Redacción Mía
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