Las hierbas frescas son abundantes a lo largo del verano. Algunas plantas, como la albahaca y el cebollín, pueden cultivarse en macetas durante los meses de invierno. La mayoría de las demás hierbas deben cosecharse hacia fines del otoño y conservarse congeladas, secas o mediante otros métodos. Congelar las hierbas es la mejor forma de conservar su sabor.
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Congelación: La mayoría de las hierbas, tales como el perejil, la albahaca, el eneldo, el estragón, el cebollín, la melisa y el tomillo pueden congelarse. Luego de picar las hierbas frescas, es necesario colocarlas en cubeteras y llenarlas con agua. Retirar los cubitos de hielo y colocarlos en recipientes de mayor tamaño o bolsas para freezer. También es posible congelar las hierbas enteras. Envolverlas en papel de aluminio y ejercer presión sobre el mismo antes de utilizarlas.
Secado: Las hierbas comestibles también pueden secarse. Es conveniente llevar a cabo este procedimiento en un cuarto oscuro. Atar las hierbas en ramos y colgarlas para que puedan secarse bien en lugares ventilados. Las hierbas secas conservan su sabor durante aproximadamente un año.
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Conservación en sal, al estilo italiano: Colocar hierbas frescas, tales como la albahaca, en capas dentro de frascos o recipientes. Rociar cada capa con sal y llenar el recipiente con la cantidad de aceite de oliva suficiente como para cubrir las hierbas por completo. Conservar cerrado en forma hermética en el refrigerador.
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Conservación en aceite o vinagre: Cortar las hierbas frescas en trozos pequeños, colocarlas en frascos de vidrio y llenar los recipientes con vinagre de vino o aceite.
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Por Tanja Hirschsteiner, autora del libro "Remedios Naturales. Secretos de la medicina alternativa" de Editorial Albatros
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