Es normal que durante el mundial de fútbol se dejen de lado las diferencias políticas, ideológicas y religiosas para unirse en un sentimiento colectivo: el deseo de que nuestro país gane el campeonato del mundo o, por lo menos, haga un papel decoroso. Es tan grande la pasión por el fútbol que todas las emociones -angustia, alegría, enojo- están a flor de piel, incluso, en aquellas personas que no les entusiasma mucho el fútbol pero que cuando juega Argentina dejan fluir lo que sienten gritando los goles y entristeciéndose cuando pierde.
El fanático es quien manifiesta la pasión y las emociones de euforia, tristeza e ira, de manera desmedida y exacerbada. Grita, insulta y golpea frente a la frustración. Todas estas situaciones son el móvil para que el sujeto de rienda suelta a sentimientos profundos de malestar que están reprimidos -problemas de pareja, laborales, etc- y los manifieste mientras mira el partido de fútbol.
El temor a que el equipo pierda genera pensamientos y emociones negativos y provoca un estado de tensión y alerta que activa el sistema autónomo simpático. Surgen así síntomas físicos como: taquicardias, palpitaciones, opresión en el pecho, sudoración, etc. desencadenando un cuadro de estrés y ansiedad que afecta en la salud y calidad de vida del sujeto.
Realidad extendida, otro nivel en viajes
En el ámbito del fútbol argentino, las cábalas se utilizan para ahuyentar la mala suerte y hacer que el equipo gane. Las mismas consisten en atribuir un poder mágico a determinados objetos o acciones para que influyan de manera positiva en el resultado del partido. Los rituales son compartidos por jugadores, técnicos e hinchas. Estos rituales se convierten en un trastorno obsesivo cuando el sujeto por alguna razón se ve impedido de realizar el acto de superstición y experimenta desesperación y angustia porque siente que algo malo va a suceder -como, por ejemplo, perder el partido- por no haber podido realizar la cábala.
Cómo actuar si tu hija te rechaza
Para vivir el Mundial con alegría hay que tratar de ser más flexibles, teniendo pensamiento como “me gustaría o desearía que la selección gane, pero si eso no sucede, no se termina el mundo, igual puedo continuar viviendo”. Esto significa que si bien tenemos que ser optimistas, no hay que dejar de lado la posibilidad de que también se puede perder. Esto no es ser negativo sino realista, ya que nos ayuda a tener una actitud más saludable para tolerar la frustración sin deprimirse.
Volver a empezar.
*Psicólogo, director de Decidir Vivir Mejor y del Centro de Psicología Cognitiva.
Todo lo que hay que saber sobre el Censo 2022
Nota aparecida en Mía de esta semana. ¡Suscribite!
03 de julio de 2014
Comentarios