El duelo es la respuesta natural de una persona ante una pérdida, ese proceso de adaptación que tiene que realizar ante una pérdida sufrida.
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Existen diferentes tipos de pérdida: de un ser querido, de un trabajo, de una ruptura sentimental e incluso de un objeto o vivienda con el que tenemos un fuerte vínculo emocional. Dentro de los seres queridos los animales ocupan un lugar muy especial, y es que son indiscutiblemente un miembro más de la familia.
A veces, el único acompañante de muchas personas. Según los especialistas, la persona que ha sufrido la muerte de su mascota tiene que realizar un proceso de duelo formado por cuatro tareas.
Etapas:
La primera tarea consiste en aceptar la realidad de la pérdida o, en otras palabras, empezar a creernos lo que ha ocurrido. En esta fase es común encontrarnos con emociones de aturdimiento, confusión, negación o shock, que acaban afectando a todo nuestro ser y generando, en ocasiones, dificultad para mantener la atención, pérdidas de memoria e incluso sensaciones físicas como opresión en el pecho, hiperventilación o agotamiento.
La segunda tarea es la fase de elaboración del dolor del duelo: puede que hayan transcurrido unas semanas desde el desenlace, pero es posible que todavía existan pensamientos que generan un dolor intenso y que se hacen difíciles de sobrellevar. En esta etapa se puede hablar mucho para centrarnos en el plano de lo verbal e intelectual y no tanto en el emocional e interno, o todo lo contrario: aislarnos de alguna manera en nuestros pensamientos y no compartirlos con nadie.
El apoyo externo es clave, y en ocasiones no es fácil permitirse sentirse triste a nivel social. Algunos comentarios como “solo era un animal” o “podés comprar o adoptar otro” solo sirven para añadir más dolor, porque no lo están valorándolo sino minimizándolo e intentar que pase rápidamente, cuando realmente necesitamos todo lo contrario.
Adaptarse a un nuevo mundo en el que no está el ser querido es la tercera tarea. No debemos evitar el recuerdo, aunque nos entristezca, ya que es la base de conexión con el fallecido.
Finalmente, la cuarta tarea consiste en reubicar emocionalmente al ser querido. Es el momento en el que integramos su recuerdo en nuestra propia vida y en el que aprendemos nuevas formas de estar en el mundo sin ese ser.
at Redacción Mía
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