Saturday 23 de November de 2024
SALUD | 01-11-2012 19:16

Cómo enfrentar la violencia familiar

Una de las peores consecuencias no visibles de la violencia familiar es el feroz aislamiento que convierte a la mujer golpeada en socia de la violencia que se genera dentro de su hogar. Para que no se sepa, la mujer golpeada se somete como posesión y se coloca bajo el dominio del que la castiga.

“Por eso, justamente, lo que proponemos es que la mujer se abra a contar, a decir qué le pasa. Para eso tiene que armar una red de sostén y, tal vez, en un primer momento, simplemente la ayude alguien que le preste la oreja, como una amiga, una hermana, otras mujeres que están más cerca. Recién después será posible recurrir a una institución o a un profesional”, define la licenciada Cristina Oundjian, psicóloga especializada en violencia de género, primera coordinadora mujer en el país de grupos de Hombres con Conductas Violentas y directora de la Red PVF (Prevención de Violencia Familiar).

Salir del encierro es fundamental porque puertas adentro y bajo el título de “privado” se ocultan muchas situaciones de violencia. Así lo revelan frases tales como “en mi casa mando yo” o “esto es algo que tenemos que solucionar entre mi mujer y yo”.

Además, como la violencia es un modelo, se va copiando de padres a hijos, cadena transgeneracional que únicamente se corta cuando la mujer denuncia o el hombre empieza un tratamiento.

La violencia doméstica también es un problema de salud pública y de derechos humanos.

En nuestro país, la Ley 26.485 obliga a dar tratamiento a los hombres con conductas violentas.

Pero la Red PVF trabaja desde mucho tiempo al respecto: “Hasta ahora todo estaba focalizado en las mujeres pero nos dimos cuenta de que es importante tener en cuenta todas las patas de esta problemática. Hay que reeducar al hombre que golpea y maltrata y la mujer puede hacer un tratamiento para salir de esa situación de violencia”.

De a dos

Tratar de rescatar al hombre está en la naturaleza de las mujeres porque hemos sido criadas para contener.

Ninguna violencia, incluida la familiar, es una enfermedad sino una conducta aprendida y, como tal, recuperable.

La educación también tiene problemas de género. Las nenas juegan con las muñecas, pueden contener, llorar y expresarse, aunque después, tal vez, se las critique por esa actitud. En cambio, los nenes a los que no se les permitió llorar o mostrarse débiles tienen que aprender a conectarse con sus emociones y sentimientos porque si no, ante el enojo, lo primero que aflora es el golpe. Su forma de decodificar es ‘me está agrediendo’, ‘me lo dice a mí’ y reaccionan.

La más popular de las frases masculinas: “No me puedo controlar” es la representación de esos pensamientos que lo asaltan y define la manera en la que ellos actúan. Por eso, a la mayoría de los hombres violentos los representan las siguientes definiciones.

● Son violentos en casa y amorosos o gentiles afuera. Algunos pocos, en cambio, muestran ese comportamiento en cualquier entorno.

● Por ser una conducta aprendida, no les es fácil desaprenderla.

● No necesariamente provienen de padres violentos. Por contraste, pueden ser fruto desituaciones de desamparo en las que se sintieron no queridos.

● Les resulta imposible conectarse consigo mismos y resolver conflictos a través del diálogo.

“Los hombres que nos consultan tienen un discurso muy armado y no pueden escuchar. Cuando les preguntamos “¿qué le dijo su señora?”, no saben qué responder. Por eso, aunque es difícil, primero les enseñamos a escuchar y a ser escuchados, a reflexionar, para luego actuar en consecuencia. Así aprenden a bajar la tensión cuando no tienen argumentos y recurren al golpe, para volver más tarde a retomar la charla sin el enojo que tenían y con la posibilidad de negociar, dialogar, escuchar”.

Mitos violentos

El objetivo principal de la Red PVF es interrumpir el ciclo de la violencia. Uno de los obstáculos a salvar son los mitos que se instalan para armar realidades que, después, es trabajoso desarticular. Por eso, el primer paso es no asirse de estas verdades impuestas:

● “A ella le gusta que le peguen. Si se queda es porque le gusta”.

● “El hombre que golpea es alcohólico o adicto”.

● “Ella lo provocó. Algo habrá hecho para que le pegue”.

● “Si tiene hijos, que se quede”.

● “Todas estas falsas creencias impiden que las mujeres entiendan que estas ideas hay  que desandarlas y desarticularlas. Las frases previas al golpe, a la descalificación o la humillación, como “sos estúpida” o “nunca entendés nada”, la queja íntima de la mujer como “ay, mi marido me maltrató” o “me sacudió” y la respuesta del entorno familiar que dice “bueno, qué habrás hecho vos”, “dále, hacele una buena comida” o “ocupate de él” son el fruto de una cultura de sometimiento de la mujer y, mucho más todavía, del poder del hombre”.

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