Los primeros registros de sus uso datan de finales de 1800 y fue un investigador de la Universidad de Estranburgo, el Dr. Herszage, quién destacó por primera vez las propiedades de este producto para tratar tanto a humanos como a animales.
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Según él la sacarosa tiene la capacidad de absorver la humedad, por lo tanto seca la lesión y facilita la cicatrización. Por otra parte, tiene propiedades antibactrianas y antisépticas por lo cuál elimina todo el pus y otros residuos antes de cicatrizar. También ayuda a estimular el sistema inmunológico, especialmente si se aplica directamente sobre la herida, logrando así acelerar la curación de la misma.
No existen dudas que el azúcar promueve la formación de tejidos más rapido que aplicando algunas cremas, ya que las mismas producen humedad constante.
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Estos resultados se consiguen en todo tipo de heridas, tanto las superficiales como las quirúrgicas y profundas.
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