El concepto de Yo, como una parte separada del resto del universo, necesitará un tiempo variable (años o décadas) para ser correctamente adiestrado en nuestras cabezas.
Al momento de nacer no existe ninguna de las muchas creaciones mentales (como las llama el budismo) que se apropiarán de la vida, del ser, del futuro y de la suerte del recién nacido. Conceptos a los que este volverá con insistencia cotidiana, como mÃo, suyo, nuestro, vuestro, tardarán años en construirse y serán fuente de enorme y condicionante sufrimiento posterior.
En el mismo sentio,el desarrollo de un ego, como la forma de presentación del individuo en la sociedad y en la cultura en la que habita, será el último peldaño de la construcción de ese yo, cuando el sujeto avanc sobre el mundo, colonizándolo mentamente, apropiandose indebidamente ( y solo en su fantasÃa mental) del módico o más grande universo en el que habita, creando un enorme volumn de información no cierta acerca de cómo funciona el cosmos y él o ella mismo/a en ese cosmos.
El prodigioso proceso por el cual nos separamos del mundo, nos recortamos de él, nos hacemos distintivos, luchamos en él con denodada energÃa (sintiendo el impecable convencimiento de ganar o perder, ser mejores o peores, etc) contra nuestros semejantes y nos vemos llevados a un cÃrculo vicioso de mayor y espiralada violencia mental podrÃa ser- perfectamente- motivo de un cuento de ciencia ficción. Pero no los es. Es nuestra propia vida. de la que, tras décadas de lucha omnÃmoda de todos contra todos, hastados de yo, mio y ego, finalmente nos vamos sin dejar mayor aviso.