Cherry tiene casi 12 años, pelaje marrón y es un caniche toy. Le pasan el peine todos los días. “Cherry necesita un lavado, sobre todo cuando llueve o hay mucho polvo y cada vez que regresa de un paseo", dice su dueña.
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En comparación con otras razas de perros, el cuidado del pelaje del caniche lleva mucho trabajo y se lo debe cortar cada seis a ocho semanas. Si crece mucho, se enreda y se forman nudos. Y cuanto más tiempo se tarda en cortarlo, más difícil se vuelve luego el procedimiento.
Marrón, como el de Cherry, o también negro, blanco, gris, rojizo o anaranjado, a veces el pelo de estas mascotas tiene también un patrón blanco y negro, como el de un arlequín. Dependiendo del tamaño del perro, la visita al peluquero puede llevar varias horas. Por eso con los caniches más grandes conviene ir haciendo pausas, que le hacen bien tanto al peluquero como al perro.
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En principio, no hay límites a la hora de darle forma al pelaje. En general, se lo corta de distintas formas llamadas "clip". Entre los cortes preferidos se encuentran el "modern clip" y el "scandinavian T clip". También se pide mucho el "Miami clip": el pelo del cuerpo queda corto, mientras que sobre la cabeza se corta de modo que quede como una cofia. Las patas se rematan con esferas de pelos o "pompones".
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El caniche es un perro adaptable que puede llegar a bastante viejo, unos 12 a 15 años. Los hay grandes, medianos, enanos y más chicos aún, los toy. Se cree que la raza tiene unos 120 años de antigüedad y su origen se remonta a los perros de agua españoles y al perro de agua francés Barbet. Inicialmente, su tarea consistía en sacar del agua los patos muertos durante una cacería. Por eso, siempre se lo esquiló. En general, se le dejaba pelo en el pecho para mantener abrigados corazón y pulmones y se le esquilaban las patas y el trasero para que tuviera más movilidad en el agua.
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Además del cuidado del pelaje, en estos perros también es muy importante la educación. Se trata de perros inteligentes, curiosos y activos, pero hay que establecer reglas claras. De lo contrario, pueden convertirse en pequeños tiranos. Si se los logra controlar, son compañeros muy fieles y cariñosos. Toman nota de todo, incluso de los caminos por los que pasean y de lo que vivieron en ellos. Si tuvieron una mala experiencia con personas u otros perros en uno de los senderos, y vuelven a pasar por allí, suelen mostrarse taciturnos o temerosos.
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Los dueños de caniches suelen decir que son como niños: quieren estar siempre en el centro de atención y no les gusta quedarse solos.
26 de agosto de 2016
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