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SOCIEDAD | 21-02-2013 22:24

Marisa Brel: todo por un hijo

Primero la conocimos como periodista de espectáculos y conductora de radio y televisión, pero, después, su lucha por ser madre y vencer su infertilidad - padece trombofilia en un grado elevado – contada en sus tres libros (Voy a ser madre…a pesar de todo, (2010, Urano); Un hijo, un sueño (2011, escrito con el Dr. Pasqualini) y Mamá…¡otra vez!, (2012, Urano), se ganó la admiración y el apoyo de muchas mujeres que como ella sueñan con tener un hijo “a pesar de todo”.

Tras más de diez tratamientos de fertilización asistida, un embarazo ectópico con el que casi pierde la vida y la subrogación de un vientre, tiene dos hijos hermosos: Paloma, de 10 años, y Timoteo, de tres meses, que nació en Miami, EE.UU. del vientre de Joy, su mamá sustituta.

“Mi infertilidad se transformó en los últimos años en mi causa, en mi propósito en esta vida, en mi lucha para que nadie más sufra lo que yo viví. No debe ser más un tema tabú en nuestra sociedad. Según la OMS, es una enfermedad, por lo cual, todos tenemos derecho a ser curados para cumplir el sueño de ser padres y madres”, afirma Brel. Sus libros y las entevistas que brindó llevaron el tema hasta la arena política y ella colaboró, junto al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, en la promulgación de la Ley de Fertilización Asistida Gratuita, sancionada en diciembre de 2010. Ya va por el próximo desafío: una ley de subrogación de vientres en la Argentina. “Para llegar a eso, habría que cambiar primero el Código Civil. Estamos lejísimos en cuanto a la conciencia de la gente, no tienen idea de qué se trata eso. Por eso decidí contar mi historia para abrir corazones y cabezas”.

Todo por un hijo

En 2001, nació su hija Paloma después de seis tratamientos in vitro durante 5 años. Junto a su marido, el productor teatral Carlos Evaristo, empezaron a buscar el hermanito pero ya los tratamientos no dieron resultado. Adoptar fue la primera opción, pero tenía que esperar de 8 a 10 años para concretarla. Se contactó entonces con unas amigas que habían adoptado a sus hijos en Haití. “Empecé todo el proceso legal, porque como estaban cerradas las adopciones allá, tuve que hacer un juicio voluntario al Estado que me costó mucho dinero. Además, debí cumplimentar con muchos estudios físicos, emocionales, verme con psicólogos, asistentes sociales, investigar si tenía antecedentes policiales, penales. Cuando ya estaba todo en regla, gané el juicio. Tenía elegida la Fundación para adoptar en Haití, pero a través de una abogada experta me enteré de las irregularidades de esa Fundación y casi me muero. Lloraba de desesperación”, cuenta Brel.

La tarjeta de una especialista en subrogación de vientre, que le dio el Dr. Fernando Akerman cuando fue a presentar su primer libro a Miami, se convirtió en la nueva esperanza: “Para nosotros era una solución perfecta. Si bien hacíamos muy buenos embriones, el tema era que no se prendían a mi útero. Sólo necesitaba un órgano sano”, recuerda.

Se puso en contacto con la agencia Open Arms Consultants (especializada en ovodonación y subrogación de vientre) y ellos barajaron entre cinco candidatas hasta que eligieron a Joy. Al final de múltiples estudios y comprobaciones, llegó el momento del contacto entre ellas: “Apenas nos dijimos ‘hello’ en el teléfono, ambas lloramos de la emoción. Éramos dos mujeres hablando el mismo idioma, el del amor incondicional. Mi miedo era que se arrepintiera y no me quisiera dar el bebé, pero ella me calmó diciéndome que tenía un marido y dos hijos maravillosos, que ya eran adolescentes, y que si hubiese querido más, los habría buscado con su marido. Cuando le pregunté qué le iba a decir a sus hijos cuando le vieran la panza, me dijo que era una decisión familiar la de ayudar a otros a tener sus hijos y eso me impactó. Ella es un ser muy espiritual y mi diosa en la tierra para siempre. Tenemos un vínculo muy respetuoso”, sostiene Brel.

Nueve meses por dos

Joy tuvo que preparar su cuerpo y Marisa empatar sus ciclos menstruales, instalada en Miami, sola. Los primeros intentos fueron negativos: “Fue durísimo, tremendo, inesperado. Lloré mucho, ella también. No sabíamos que pasaba. Los últimos tratamientos fueron los más duros porque estaba lejos de mi familia. Pasé un mes súper lluvioso, viviendo en un hotel que no me gustaba y con poca plata. Me tenía que aplicar cuatro inyecciones por día sola pero, finalmente, Joy quedó embarazada. Estábamos en casa, Carlos se acercó llorando para decirme que íbamos a ser padres nuevamente y me tiré a la pileta vestida de la emoción”.

Durante los nueve meses, Marisa hizo seis viajes y acompañó a Joy a través de mails, el skype y teléfono. En el parto, Carlos y Marisa ecortaron el cordón. “Construimos un vínculo hermoso, me quedé a dormir una vez en casa de Joy, mi hija se hizo amiga de sus hijos, para mí, es mi familia porque la elegí. Nadie ha hecho nada semejante por mí, me emociona profundamente lo que ha hecho esta mujer, no debe haber nada más sublime y fuerte que el compartir la llegada de un hijo con otra mujer, recibir ayuda incondicional de alguien que hasta hace un año era un desconocido. Nada lo va a superar en la vida”.

El futuro

Joy cobró 20 mil dólares por subrogar su vientre, en un marco completamente legal. El costo cubre la preparación, el embarazo, el parto y el año que ella debe estar a disposición de Marisa Brel. Pero eso no cambia en nada el lazo emocional: “Alquilar un vientre implica un acto de amor comparable al de un transplante, como lo que hizo Sandra Mihanovich con su ahijada. A mí, Joy me donó temporalmente su útero y su cuerpo para tener a mi hijo”.

Entre los muchos prejuicios que genera ésta como cualquier otra práctica innovadora, está la del futuro de Timoteo: “Creo que todo se va a ir dando en forma natural. Sueño con el día en que Timo corra a abrazar a Joy, para decirle gracias por habernos unido a su mamá, papá, su hermana Paloma y su hermano Matías (21 años, hijo de Carlos). Sé que él la va a amar porque estuvo en su vientre y porque yo quiero que la ame toda la vida y mantenga ese vínculo siempre. Quiero que él aprenda de ella. Joy nos vino a enseñar lo que es el amor eterno, incondicional. Paloma me cambió como mujer. Timoteo vino me vino a completar, no es un hijo buscado por un matrimonio, sino por una familia” , concluye Brel.

Agradecimientos: Natalia Antolin, Bebe Sanders, Exako

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