Thursday 28 de March de 2024
SALUD | 13-12-2012 19:21

Adictas al amor

“Que alguien me ame, que le importe de mi vida, que me vea linda, que se acuerde de mi cumpleaños, que me cuide...¿cómo no iba a enamorarme? ¿Cómo no iba a desesperarme por retener esa sensación que experimentaba por primera vez en la vida? Yo le importaba a alguien”, sostenía una adicta al amor haciendo referencia a una relación que no prosperó. Si bien se suele relacionar la adicción con alguna sustancia –como drogas, tabaco, pastillas– también se pueden consumir vínculos, compulsiva y destructivamente. Hoy los neuropsicólogos entienden que “amar demasiado” puede ser un infierno tan siniestro y destructivo como el de cualquier adicto.

Hoy se sabe que la adicción al amor es una patología a tratar, siendo más frecuente en las mujeres que en los hombres. Una de las razones podría estar en que, en muchos casos, fueron educadas como seres dependientes, incapaces de valerse por sí mismas, donde una de las funciones que se les asigna socialmente gira alrededor de las relaciones afectivas y de la formación de un hogar y la realización personal a través de la maternidad.

Yo, la peor de todas

“Las mujeres que tienen vínculos adictivos suelen ser personas muy eficientes, talentosas, esforzadas y responsables, pero con muy poca autoestima. Aunque reconozcan que tienen virtudes, interiormente no se sienten merecedoras de un buen amor y por eso compensan en sus relaciones, dando mucho más de lo que corresponde a quien no corresponde. Son omnipotentes  y creen que el otro o la relación puede cambiar si ellas hacen lo correcto”, sostiene la Lic. Patrica Faur, especialista en Psiconeuroendocrinología y docente en la Universidad Favaloro. Así, cuando conocen a alguien suelen idealizarlo creyendo que “por fin el príncipe azul ha tocado la puerta de su castillo”, pero no. Un cafecito, que las pasan a buscar, les dicen lo linda que son, ya son suficiente para creer que quizá sea el hombre de sus vidas o el futuro padre de sus hijos. Para eso tratan de “no cometer errores”, para así salir airosas esta vez. De pronto, todo su mundo se reduce a él y, sin quererlo, se vuelven completamente dependientes de él, de lo que él piensa, diga o haga. Ya no tienen mucho tiempo para ver a sus amigos ni hacer las cosas que solían hacer.  Lo llaman varias veces al día hasta que lo asfixian y él, poco a poco, comienza a alejarse, hasta desaparecer.

Así, el pensamiento del adicto al amor gira alrededor del ser amado. Quiere estar con el otro, por períodos cada vez más prolongados, lo controla, es incapaz de tomar decisiones por sí mismo, pierde estabilidad emocional y siente miedo de estar solo. El hecho de ser incapaz de retener al ser amado -fuente de seguridad, tranquilidad y bienestar- le genera un incontrolable “apego ansioso” e intensos celos infundados que siempre terminan en graves reproches. Esto lleva a que pierda el control de sus emociones poniendo en riesgo su salud, libertad y seguridad personal.

El adicto al amor suele mantener relaciones apasionadas e irracionales, dedicándole la mayor parte de su tiempo a la pareja, apartándose de los amigos, la familia y descuidando, incluso, sus tareas laborales. A diferencia del enamorado común (de una relación sana), el adicto -como una demostración de la grandeza de su sentimiento- tolera y justifica las agresiones verbales o físicas, la improductividad y el abuso emocional del otro, al que idealiza. Estas relaciones se caracterizan por ser dramáticas, llenas de excitación, sufrimiento, reconciliaciones y un alto grado de erotismo. El esfuerzo por complacer se centra en lo sexual, que es utilizado para tapar carencias afectivas, como la necesidad de ser protegida o valorada.

Dar vuelta la página

Para poder controlar esta adicción y aprender a manejar los sentimientos, se debe recibir ayuda profesional, siendo muy recomendables los grupos de apoyo y la terapia grupal. La persona que es adicta al amor tiene el riesgo de meterse con cualquiera, sacrificando y entregando todo lo que tiene, justificando todos los errores y aún la violencia y los desengaños por el abandono que les ocasionan graves depresiones que pueden, incluso, llevarlas al suicidio. Se deberá aprender a valorarse, reconstruir su autoestima y dominar su situación individual para poder brindarle espacio al otro y convivir con independencia, o si es el caso, aprender a vivir el amor de otra forma.

“Para salir de este círculo vicioso es fundamental renunciar a la idealización del amor de  telenovela”, sostiene la Lic. Patricia Faur. Dejar de lamentarse diciendo que “todavía no llegó el hombre para mí” o que “el amor nunca golpeará mi puerta”. Esto significa, aceptar que una pareja estable y prolongada no puede tener ese nivel de intensidad soñada, a menos que sea con el precio del dolor y el sufrimiento. Quizá una buena pareja no sea tan deslumbrante, ni imprevisible, ni misteriosa. Puede ser, más bien, predecible y sin sobresaltos, con lo cual el desafío será poner la pasión  adrenalínica en otro lado. Pero para poder mantener una relación sana y plena es necesario que antes la persona descubra que es aquello de sí misma de lo que pretende escapar, ya que todas las adicciones (y también las relaciones adictivas) son una manera disfuncional de afrontar los problemas, casi una manera de evadirlos.

Es cierto que nuestras vivencias nos marcan y, de alguna manera, nos llevan a ser quienes somos; lo que no justifica que nos tengamos que vivir lamentando y echándole la culpa al pasado por nuestros errores del presente. Podemos dejar de ser las víctimas de nuestra vida para convertirnos de una vez por todas en heroínas. “La infancia no se puede  volver a vivir, aunque es posible modificar el relato que hacemos de nuestra historia, dejando de puntualizar en los acontecimientos más penosos que nos volvieron desvalidos y mirando con optimismo lo que los adultos pudieron hacer por nosotros. Salir en la búsqueda de lo bueno que faltó”, resume Faure.  Asumir la responsabilidad por la propia vida es asumir que se puede cambiar y no repetir la historia que se tuvo, si se trabaja en serio para esto.

Desde ya que es posible aprender a “ser sin el otro”. Se puede construir el verdadero amor por la vida y la libertad y comprender que nadie puede ser feliz estando en una pareja si el precio es dejar de ser uno mismo. “Siento que en mi vida solo importas tú, entre tanta gente se me olvida que también existo, solo importas tú”, decía Franco De Vita en uno de sus temas más populares, despertando el delirio de sus fans. Pero era solo una linda canción para vender más discos, nada más que eso.

Fuente: “No soy nada sin tu amor”, de Patricia Faur (Ediciones B) www.esmas.com

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios

Espacio Publicitario